PARTIDA DE “EL MANCO DE AGUDO”. (José MÉNDEZ JARAMAGO).-
Según testimonio de un
compadre del “Manco”, él no era manchego, sino extremeño; lo que ocurre es que
lo trajeron aquí de pequeño. Era arriero y acarreaba sobre todo piedras de las
canteras. Tanto sus amigos como sus compañeros de trabajo lo apreciaban mucho
porque “era muy servicial” y de “muy buen trato”. Uno de sus lugartenientes se
llamaba “Reyes” y era de un pueblo
de la Sierra de Agudo (Ciudad Real) y otro era de Fuenlabrada de los Montes
(Badajoz). “El Manco” y el “Reyes” tenían por costumbre acercarse
a los grupos de trabajadores, campesinos o canteros , “y les soltaban el mítin”. “Nos echaban cada parrafada que p’a que”. Y organizaban reuniones de
información, a las que a veces acudían gentes que ni conocían al “Manco” pero
que habían oído hablar de él. “El Manco” tenía una inteligencia natural “muy despejá y sabía hacerse amigos por
todas partes”. “Cuando hablaba con algún bracero le aconsejaba que en llegando
al pueblo fuera a dar parte a la Guardia Civil. Pero eso casi nunca se hacía.” (Testimonio de A.O., que fue capitán de la 36
Brigada Mixta y de oficio panadero, en Toledo.).
Al “Manco” se le agrega pronto –la partida
empezó a actuar en el verano de 1940- su hermano Manuel “El Almendrillero” y unos meses más tarde su padre y su hermana
Asunción. Estos dos últimos morirán, a mediados de 1941 en una refriega con la
Guardia Civil, en las inmediaciones de Puebla de Don Rodrigo. Dos de sus
mejores guerrilleros (“Recoba” y “Trapichela”,
los dos de Puebla de Don Rodrigo) formarían después su propia partida –en 1944
y 1945-; el primero por tierras manchegas y el segundo por las de Jaén. La zona
de actuación de la partida del “Manco” –medio
centenar de hombres- es una de las más dilatadas que se conocen en el país,
puesto que cubría gran parte de la provincia de Ciudad Real, desbordando sobre
las de Toledo, Badajoz y Cáceres. En este caso, como en otro, ello se debía a
la presencia de guerrilleros oriundos de las zonas a las que, accidentalmente,
extendían sus actividades determinadas partidas. No pocas veces se ha señalado
la presencia de partidas guerrilleras en tal o cual lugar cuando en realidad se
trataba tan sólo de un grupo destacado por la partida en cuestión. “El Manco”
dsponía, por lo regular, de media docena de grupos de 7-8 hombres. Sus bases
principales las tuvo en los Montes de Toledo (Sierras del Castaño, del Rostro y
de En medio) y las secundarias en la Sierra de Calatrava, la de Agudo, la de
Santa Ana y la del Carrizal, todas en Ciudad Real. Y en las del Aljibe, del
Azorejo, de Siruela y de Las Cabras, en Badajoz. Y en las de Altomira y de
Guadalupe, en Cáceres. Por estas últimas –según nos dijeron en Guadalupe y en
Logrosán- no sólo encontraban ayuda por parte de los pastores y los porqueros
sino también de los carboneros.
Valmaco de Esteras y Puebla de Don
Rodrigo, Porzuna, Navas de Estena, Horcajo de los Montes, Navalpino, Saceruela,
Retuerta del Bullaque y Agudo, son los términos en los que reiteradamente, a lo
largo de casi una década, actuaría la partida del “Manco”. Las otras zonas de merodeo fueron las de Los Yébenes y
Ventas con Peña Aguilera (Toledo); las de Guadalupe y Logrosán (Cáceres) y las
de Talarrubia, Garbayuela, Fuenlabrada de los Montes y Puebla de Alcocer
(Badajoz). A esta partida se la ha calificado de apolítica en el sentido de que antes de la guerra no se le
conocía filiación ideológica a su fundador; pero esto es bastante inconsistente
como argumento por cuanto está demostrado que hubo obreros o campesinos que
siempre destacaron por su rebeldía –quiere decirse: nada inclinados a dejarse
tratar como bestias de trabajo-, y tal fue el caso de la familia Méndez Jaramago, o por insumisión y que, al incorporarse al
Ejército Republicano, ya sea por medio de charlas políticas y culturales,
acabaron de tomar conciencia de su situación y estado. Para atribuir un grado
de politización a una partida –o de apoliticismo- no fue nunca condición
imprescindible, que sus mandos estuvieran en condiciones de teorizar sobre la
materia. Bastaba, en principio, con que las líneas maestras de su actuación no
desentonaran demasiado con los objetivos que decían o proclamaban perseguir.
Sin que los faríseos de turno tengan el menor derecho a entonar llantos tan
hipócrigtas como fuera de lugar(1).
“El
Manco de Agudo” moriría, junto con dos de sus hombres, en una refriega con
una contrapartida, el 12 de marzo de 1.949, en la Sierra del Carrizal (Ciudad
Real). Esta es la versión oficial,
pero en varios pueblos manchegos y extremeños –entre ellos Luciana (Ciudad
Real) y Almendralejo (Badajoz), que es de dónde se supone que era oriunda la
familia Méndez Jaramago- aseguran que los dos hermanos (“El Manco” y “El
Almendrillero”) murieron en un encuentro armado por tierras de Badajoz.
(1) Ya que, puestos a hilar tan delgado, y
con las caras y los cuerpos destrozados de centenares de niños en primera fila,
se podría preguntar –no solo a quienes cometieron esos actos criminales sino
también, y ante todo, a los que los permitieron, e incluso a los que hoy
todavía pretenden justificarlos- ¿qué clase de objetivos perseguían con los
bombardeos de Durango y Guernica (abril de 1937), los de Barcelona (marzo
1938), los de Alicante y Granollers (mayo de 1938) o el de Figueras (febrero de
1939), sin olvidar los que sufrió Madrid a lo largo de toda la guerra civil y
otras villas españolas, entre las que Barcelona figura en primer lugar? Lo que
quiere decir, cuando se pretende historiar sobre hechos tan vidriosos como el
de nuestra guerra civil y sus secuelas, no es en modo alguno recomendable
ponerse a dramatizar en sentido único. Hay que decirlo todo y luego, si es
necesario, establecer comparaciones.
Del libro GUERRILLAS ESPAÑOLAS (1936-1960), Eduardo Pons Prades.
Del libro GUERRILLAS ESPAÑOLAS (1936-1960), Eduardo Pons Prades.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hacer un comentario