Ya había comentado en la anterior ‘Depresión’ que entré a trabajar en Renfe en marzo de 1.985.
Acababa de salir de prisión para trabajar
en la empresa (gracias a mi hermana Sagra que fue a hablar con el Juez) y
todavía estaba intentando poner las cosas en su sitio. Había ido a hablar con
el Juez y me dijo que ‘…confiaba en mí; que esperaba que no me volviese a ver
por el Juzgado.” Recuerdo que se apellidaba Salinero Román. Buen tipo, joven…
pero qué confundido estaba él y yo. La vida da tantas vueltas que uno no sabe
por dónde nos van a llevar los caminos…
Cuando me llamaron de la empresa teníamos
que hacer un cursillo de aprendizaje teórico-práctico de un mes. En otra
ocasión hablaré de dicho cursillo y de las historias que me pasaron en el
mismo.
En el examen final los cuatro últimos del
mismo iban destinados a la Estación “de castigo” de Mataporquera (Santander). Y
por supuesto, como no podía ser de otra manera, y para que ‘no me pusieran
falta’ me tocó la pedrea o el premio gordo, no lo sé, pero allí que me
enviaron.
Bueno, me voy a saltar unos meses para
otro día.
Me fui a vivir a una aldea casi abandonada
(sólo vivíamos “el Tasugo y sus vacas” y nosotros) a una casa que tenían dos
compañeros del curro y colegas de Valladolid: Paco ‘el Capi’ y Jose ‘el
Perejiles’.
Trabajábamos los tres a tres turnos
(mañana, tarde y noche). Esa semana yo estaba de mañana por lo que tenía el
resto del día libre. Los dos colegas estaban trabajando.
Estábamos entre los tres, compañeros del
curro y amigos del pueblo donde trabajábamos (Mataporquera) reconstruyendo la
casa. Una casona labriega de Cantabria, grandísima. Habíamos acabado de hacer un
piso de lo que eran las cuadras.
Allí habíamos puesto el equipazo de
música. Con unos pedazos altavoces que ya quisieran muchas discotecas. Al igual
que el equipo.
Esa tarde debía de ser fiesta o al menos
la fiesta de la aldea. Nosotros habíamos perdido completamente la noción del
tiempo. Íbamos a trabajar 8 horas y el resto del día era para disfrutar.
El caso es que una vez que llegué del
curro (caminaba tres o cuatro kilómetros por el monte, pues era más corto que por
la carretera) comí lo que había y junto con “Vladimiro” (un perro ‘rojo’
histórico de Valladolid) me fumé un canutito, me puse –como todos los días- en
pelotas, puse música y me tumbé al sol, pues la casa estaba orientada de puta
madre, con otro canutito, a escuchar música.
Puse a toda pastilla, pues no molestábamos
a nadie (bueno a los animalillos que por allí pululaban) el disco de La Polla
Record “Salve” que por aquellas fechas estaba en su apogeo. Poco después salió
el segundo disco.
A lo que iba.
Estaba bailando con “Vladi” cuando miro
hacia el monte que teníamos en frente y me veo venir una ‘manifestación’ de
gente cantando y con algo en andas delante de toda la peña. Yo a lo mío. Canuto
de la mano y risas y bailes con el chucho.
El caso es que parece que ‘no tenían’ otro
camino para su procesión y bajaron por el medio del monte, con virgen incluida
hacia nuestra casa. Yo a lo mío. Cuando se estaban acercando empiezo a
distinguir entre el ruido de la música, silbidos, voces, insultos, improperios…
Y claro, pues a mí que me da mucha más risas de las que estábamos teniendo
“Vladi” y yo. El baile se hizo aún más frenético (joder, como estaba la
maría…).
Y llegó el gran momentazo. Llegaron frente
a la entrada de la casa. Teníamos un pequeño terreno donde plantábamos tomates
y maría. Y en vez de seguir su camino… se pararon, se giraron y se pusieron
frente a mí. Como les vi con ‘no muy buenas intenciones’ me paré. Pero ellos
no.
De repente, todas las marujonas y
marujones (que eran un puñado) empezaron a entonar una “Salve”. Pero… ¡qué
cojones le iban a hacer al Carlos! Les grité que esperaran un momento ya que
les dije que iba a entrar en la casa. Me imagino que ell@s pensaron que me iba
a vestir y ‘me obedecieron’ y esperaron.
Subí al piso ‘de la música’ y volví a
poner el disco de La Polla desde el principio. Empezó a sonar el “Salve Regina”
y bajé corriendo de la misma manera que había subido: desnudo. Les dije que ya
podían seguir y… entre los mismos improperios, insultos, salvajadas y… la
música de La Polla ME CANTARON LA SALVE RELIGIOSA…
Jua, jua, jua… qué puntazo de risa que me
dio. Hasta el “Vladimiro” se me quedaba mirando como no sabiendo qué hacer, más
que seguirme el ritmo del baile. ¡¡QUÉ PUNTAZO!!
Después del cántico coral (que por cierto lo hicieron muy bien, sonaba de tal manera que podía haberles hecho una maqueta) se marcharon cagando leches camino monte arriba por el lado contrario que vinieron hacia la carretera, digo yo...
Después del cántico coral (que por cierto lo hicieron muy bien, sonaba de tal manera que podía haberles hecho una maqueta) se marcharon cagando leches camino monte arriba por el lado contrario que vinieron hacia la carretera, digo yo...
Cuando llegaron a casa Jose y Paco ya sabían
toda la historia.
A partir de ese día cada vez que estábamos
por el pueblo era todo un espectáculo escuchar a las “buenas y pías” vecinas
llamarme de todo, incluíd@s a tod@s l@s que iban conmigo. Eso sí, las risas no
nos las quitaba ni nos las ha quitado nadie.
Qué par de meses de risas nos pasamos a
cuenta de La Salve. Lo que no se es si fue la salve de La Polla o la de los
vecinos de La Matarrepudio.
Historias de la puta vida.
Album: "SALVE"
Año: 1.984
Tema: "Salve Regina"