Este
artículo publicado en “La Voz de Galicia” el 05.Junio.2015, me ha parecido
curioso e interesante. Paso a ponerlo tal como se imprimió. La Columna se llama
“En ocasiones veo Grelos”.
EN OCASIONES VEO GRELOS. (Javier Guitián)
Descanse en paz
doña Urraca.-
Según
publicaba este periódico hace unos días, el Instituto Nacional de Estadística
daba cuenta de que los españoles tenemos que decir adiós al nombre Urraca. La muerte de la última mujer
que así se llamaba ha hecho que este nombre, común en otras épocas,
desaparezca. La noticia informaba también de que otros tres nombres, Canuta, Prepedigna y Afrodisia,
se encuentran también al borde de la extinción dada la avanzada edad de quienes
así se llaman.
Si en algo ha cambiado la sociedad
española en las últimas décadas es en los nombres que se les pone a los niños.
Yo no pretendo que se llamen Teodolindo
o Domitila, pero resulta increíble
que en muchas parroquias gallegas ya no exista nadie con el nombre del patrón.
Nombres como Vicente, Santiago, Pilar o Rita se han visto sustituidos por Joel,
Teo, Cloe o Mia, sin duda, por su honda raigambre en nuestra cultura.
Por si esto fuera poco, las revistas
publican los nombres que serán tendencia cada año, algo así como los nombres de
moda y existen también páginas web para buscar los nombres más originales.
Además, aunque no se lo crean, hay una herramienta on line para ayudar a padres y madres en tan difícil cuestión; yo
he probado con la letra H y me han salido Hugo y Hebe, pues vale.
La antigua tradición de dar a los niños
los nombres de los padres, o el correspondiente al día del nacimiento, ha sido sustituida
por la costumbre de ponerles el nombre de los hijos de los famosos, de
deportistas, etcétera. Hemos llegado a tal extremo que hay más de un niño que
se llama Kevincostner; no hace falta ser de la familia para saber que al
pobre chaval le han arruinado la vida.
Sin duda tiene que ser difícil ponerle
nombre a un niño, le va a acompañar para siempre y la vida en el cole puede ser
muy dura si te llamas Suelen. Tal vez por eso deberían
tener una especie de nombre provisional que pudieran modificar, sin coste
alguno, al llegar a una determinada edad, corrigiendo así el posible desliz de
sus progenitores. No quiero mentirles, habría que incorporar un mecanismo para
prevenir que Pedrito decida cambiar su nombre por Ethan.
Verán. No estoy en contra de las nuevas
tendencias en los nombres, pero estas no siempre dan buen resultado y para
muestra un botón. Hace algún tiempo leí una conversación que, al parecer, tuvo
lugar en la playa de San Lorenzo, en Gijón y que hoy les transcribo. Un niño
corre hacia su madre y grita: “¡Mamaaaaaá! ¡Mamaaaaaá!”; la madre asustada le
responde: “¿Qué pasó, Yónatan? ¿Por qué gritas?”, y el niño exclama: “Cárolain
cagose”.
¡Ay, Señor! Que Doña Urraca descanse en
paz.