Son casi las doce de la noche. ‘Chove un
pouquiño’ en Ourense. Aparece el compañero. Nos vamos a meter entre pecho y
espalda unos 850 km. Tenemos que llegar para la apertura del Congreso. Pero en
absoluto tenemos prisa.
Antes de ponernos en marcha… cafecito al
canto.
La conversación del viaje no puede ser
otra: todos los aspectos del Congreso. Van cayendo los kilómetros y no se
acaban los argumentos.
Tras más de 400 km. Hacemos una parada
para tomar, como en el curro, ‘un refrigerio’ y para que el coche también tome
otro ‘refrigerio’ y que nos lleve al destino.
Villacastín (Segovia).
La puerta del restaurante está cerrada.
Llamamos. El camarero desde detrás de la barra nos mira y pasa de todo.
Insistimos en llamar a la puerta. Misma respuesta. Después de volver a
insistir, una clienta nos dice que hay un timbre a la izquierda.
Llamamos. El camarero nos vuelva a mirar y
sigue en la misma actitud. Insistimos. Tiene que venir la chiquita que estaba
también tomando café a abrirnos.
Entramos ya encabronados. Damos las buenas
noches y sólo nos contesta la pareja que estaba allí. El camarero, siguiendo en
su actitud, se pone ante nosotros pero no nos dice nada. Nos miramos el compa y
yo y decidimos pedir.
Tras acabar le pedimos la cuenta.
¡¡Por fin nos habla!! Habíamos creído que
era mudo; sordo ya sabíamos que no.
Le pagamos (¡que vaya atraco!) y le damos
las buenas noches. ¡¡TODAVÍA ESTAMOS ESPERANDO RESPUESTA!!. Nos vamos, no
sabemos si mosqueados o… yo qué se. Al final decidimos reírnos pues no merecía
la pena el viajar así.
Más kilómetros. Llegamos a El Puig.
Hasta ese momento el navegador nos había
llevado de puta madre. Como si el mismo supiera que éramos trabajadores y
sindicalistas, antes de llevarnos hasta el lugar del comicio “nos perdió” y nos
dio un par de vueltas por el Polígono de Empresas del pueblo.
Segundo mosqueo. Y lo jodido es que esta
vez es con una máquina. Pero qué ‘descuadrados’ estamos últimamente.
Una vez hechas las presentaciones y haber
desayunado, tenía que acercarme al pueblo a hacer unas gestiones.
La compañera Mar, de la Federación Local
de Valencia, se ofreció a llevarme cuando fuese a recoger a la Estación a otr@s
compañeros que estaban llegando.
La simpatía, la cordialidad y el buen
talante de la compañera estaban haciendo que olvidara el trato recibido en el
viaje.
Pero, como se dice en mi tierra, NO HAY
DOS SIN TRES.
Una vez hechas las gestiones, recogido a
l@s compañer@s en la estación del ferrocarril, pedí a Mar que parase para
comprar tabaco.
Entré en un bar y pedí cambio. De malos
modos me dijo la camarera que no tenía. Le pedí una ‘garimba’ y me tuvo que
cambiar.
Le pido por favor que me ponga la máquina
del tabaco a funcionar y me dice, de peores modos todavía: ‘Que si quiero
tabaco que me acerque yo y de al botoncito.’
Joder, ¿PERO QUE HEMOS HECHO LOS
ANARQUISTAS?, ¿TANTO SE NOS NOTA? Pero… ¡¡QUE SOMOS BUENA GENTE, cojones!!
Cuando volví (no iba a decir nada del ‘incidente’)
y monté en el coche parece que algo me
dijo que tenía que contarlo. Y… ahí
estaba de nuevo la compañera MAR, que con su hablar bajito, sonrisa en la boca,
calmo y simpático, diálogo de música, de radios, de épocas pasadas, volvió a
hacer que se me olvidara la mala hostia que se me había puesto.
Aunque no lo creas, compañera, tu actitud sirvió
para que estuviera a gusto en El Puig.
GRACIAS
COMPAÑERA MAR.